sábado, 3 de enero de 2015

La Princesa Prometida

-Pienso que no está bien matar a una doncella inocente

-¿Te he entendido bien o ha salido de tus labios la palabra pensar?

-Hay pocos bustos perfectos en el mundo. Sería una pena estropear el tuyo.

-Nunca apuestes con un siliciano cuando la muerte ronda cerca.

-Hola. Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir.

-Parecéis un hombre decente. Lamentaré mataros. 
-Vos también lo parecéis. Lamentaré morir

-Tu Wesltey está muerto. Yo mismo lo maté
-Entonces, ¿por qué hay miedo en tus ojos?

-Sus pasatiempos favoritos eran montar a caballo y atormentar al muchacho que trabajaba en la granja. Su nombre era Westley, pero ella nunca lo llamaba así. Nada proporcionaba tanto placer a Buttercup como dar órdenes a Westley a todas horas. Como desees, es lo que siempre contestaba él. Un día descubrió con asombro que cuando él decía como desees, en realidad quería decir te amo. 

-¿Tan sabio sois?
-Digamos que sí. Habéis oído hablar de Platón? ¿de Aristóteles? ¿de Sócrates?
-Sí.
-Unos incultos.

-Somos hombres de acción. Mentir no sería propio de nosotros.

-Ha dicho amor verdadero. No podríais pedir una causa más noble. 
-Sí hijo, el amor verdadero es lo más grande del mundo. A excepción de los bocadillos de cordero, lechuga y tomate, cuando el tomate está maduro y el cordero está en su punto. ¡Es tan sabroso! ¡Me encanta!

-Tenéis seis dedos en vuestra mano derecha. Alguien os está buscando.


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