Big Fish

-Éramos como desconocidos que se conocen muy bien.

-Es lógico si uno piensa como tu padre. Para él, sólo hay dos tipos de mujeres: tu madre, y todas las demás.

-No me conoces, pero me llamo Edward Bloom... Y te amo. Llevo tres años trabajando para averiguar quién eres. Me han disparado, acuchillado y pisoteado varias veces.  Me rompí las costillas dos veces. Pero todo valió la pena por verte ahora, y finalmente poder hablar contigo. Porque estoy destinado a casarme contigo.

-Algunos peces no se dejan pescar. No es que sean más rápidos, o más fuertes que los otros. Es sólo que han sido como tocados por la gracia. El Bestia era uno de esos peces.

-Aquella noche llegué a dos conclusiones. La primera, que un camino peligroso lo es aún más en la oscuridad. Y la segunda, que estaba irremediablemente perdido.

-Estaba equivocado contigo, chico. No tienes mucho, pero de lo que tienes, tienes mucho.

-Hay momentos en la vida en los que un hombre razonable debe admitir que ha cometido un error terrible. ¡La verdad es que yo nunca fui un hombre razonable!

-¿Has pensado que quizá no es que seas demasiado grande, si no que este pueblo es demasiado pequeño?

-¡Narcisos!
-Son tus flores favoritas.
-¿Cómo has podido encontrar tantos?
-He llamado a las floristerías de cinco estados, les dije que era la única manera de que mi esposa se casara conmigo.
-Ni siquiera me conoces.
-Tengo toda la vida para conocerte.

-Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene. Y es verdad. Lo que no te dicen es que cuando se pone en marcha lo hace aún más rápidamente para recuperar lo perdido.

-¿Alguna vez has escuchado un chiste tantas veces que no recordabas por qué es gracioso? Y luego lo escuchas nuevamente y de repente es nuevo. Y recuerdas por qué lo amabas al principio.

-Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Siguen viviendo cuando él ya no está. De esta forma, el hombre se hace inmortal.