-El boxeo es cuestión de respeto; de ganarse el tuyo, y de quitárselo al contrario.
-Todo el mundo dice que soy muy valiente.
-Chiquilla, ser valiente no es suficiente.
-A veces, la mejor manera de dar un puñetazo es retrocediendo. Pero ha retrocedido demasiado, y se ha acabado el combate.
-A un boxeador solo tiene corazón solo le espera una buena paliza. Creo que solo he conocido a uno.
-Si dejo de llamarle jefe me entrenará?
-No
-Entonces seguiré llamándole así.
-Dándole al saco jefe.
-No soy tu jefe. Y es el saco el que está dándote a ti.
-Ese hombre dice que me quiere.
-Seguramente no sea el primero que te lo diga.
-El primero desde mi papá. ¿Si gano me propondrá matrimonio?
-Si ganas lo haré yo.
-No era el combate principal. Era el de semifondo de un combate de semipesos por el título. Pero nadie que estuviera allí podría decirte quien más boxeó aquella noche.
-Cómo está aquella chica?
-Tiene conmoción cerebral y un tímpano destrozado.
-Se recuperará?
-¿Y si no?
-Podría enviarle algo.
-Puedes enviarle tu talón si quieres. Seguro que lo aceptaría.
-¿Nunca has tenido un perro?
-No. Lo más parecido fue un peso medio de Barstdowle.
-Solo te tengo a ti, Frankie.
-Sí, pero me tienes.
-¿Hablas del boxeo? No, nunca lo dejaré. Me gusta demasiado su hedor.
-Eres el hombre más cruel que he conocido. No me extraña que no te quiera nadie. Me recuerdas a mi papá.
-Pues debía ser un hombre inteligente. Y muy guapo.
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